Sunday 12 de March de 2006, 00:00:00
ascension al pico Huascaran Norte
Tipo de Entrada: RELATO
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En el verano de 2004, Luis trabalon y el presente, cruzamos el charco para ascender, o intentarlo, las montañas más emblemáticas de la Cordillera Blanca del Perú. Fue un viaje lleno de anecdotas, como todos, con golpes de suerte y alguna que otra penuria. A pesar de todo, la meta que logramos justificó con creces todo nuestro esfuerzo. Ahi va el relato de la última etapa de ascensión al Nevado Huascaran Norte.
6000 metros. Campamento 2 de la ruta al Huascarán. Es difÃcil dormir a esa altitud sin una buena aclimatación, pero nosotros la llevábamos. 20 dÃas antes habÃamos aterrizado en el aeropuerto de Lima (Perú), habÃamos recuperado nuestros equipaje tras perderlo, habÃamos viajado en autobús a Huaraz, sufrimos la altura en las ruinas de (???), recorrimos la Quebrada Rajucolta hasta los pies del Nevado Huantsán, habÃamos coronado el Nevado Ishinca primero y el Nevado Urus al dia siguiente, ambos de 5500 metros, el Nevado Copa nos enseñó a ser humildes con las montañas, incluso nos habÃamos atiborrado de comida en el restaurante La Brasa Roja de Huaraz y en ese momento iniciábamos el cuarto dÃa de ascenso a la montaña más alta de Perú, el Huascarán Norte de 6655 y como dice orgulloso Luis Trabalón, ?el 6000 más alto y más difÃcil de toda América?. Luis se estaba calzando las botas, yo esperaba mi turno metido en el saco porque el viento que soplaba deformaba y reducÃa el espacio de la tienda. A unos metros de nosotros habÃa dos tiendas más: una ocupada por un guÃa suizo y su cliente y en la otra sus dos porteadores. Pobres. Después de hacer el trabajo pesado de la expedición se les prohibÃa escalar hasta la cumbre lugar reservado a los guÃas y evidentemente a los clientes occidentales. Nosotros fuimos justos con nuestro porteador: ya que no podÃamos obsequiarle con la cima, tampoco lo castigamos con las dificultades. Nos acompañó hasta el campamento uno situado a 5600 metros, en el glaciar, justo antes de llegar a la zona conocida como La Garganta y sin duda la más difÃcil de la ascensión, un laberinto de seracs y grietas. Tan justos y benévolos fuimos que incluso le dimos una mochila más ligera que las nuestras A esas horas, la morriña camuflaba los ánimos: eran las 3 de la madrugada, pero sin duda tenÃamos muchos ánimos. En nuestras cabezas habÃamos fraguado un proyecto excepcional, muchas horas recluidos en la tienda tenÃan la culpa. Pero también porque nos encontrábamos fÃsicamente muy fuertes y muy capaces de conseguirlo. Incluso habÃamos preparado una logÃstica pesada para lograrlo. En la casa de guÃas de Huaraz nos habÃan informado de que esta temporada el Huascarán Sur, realmente el más alto de Perú con 6768 metros, no se podÃa escalar por su ruta normal. Tan solo quedaba practicable su ascensión por el Escudo, un triángulo de 600 metros de desnivel y una inclinación del 60 al 75% en cuyo vértice superior empezaba una arista que conducÃa hasta la cima. Nadie podÃa decirnos que condiciones tendrÃa asà que nos mentalizamos en coronar el Norte. Igualmente, decidimos cargar comida para un dÃa más y con el material que necesitarÃamos para subir por esa ruta. TenÃamos la intención de escalar el Huascarán Norte por su ruta normal y desde allà reconocer el estado del Escudo. Si todo estaba correcto, descenderÃamos al campo 1 y al dÃa siguiente emprenderÃamos la escalada del Huascarán Sur por el Escudo. El doblete. Solo nos costarÃa un dÃa más y estábamos fÃsica y técnicamente preparados para lograrlo. Nuestro proyecto era más ambicioso aún. No contentos con la cima más alta, también era objetivo de la expedición coronar la cima andina más clásica quizás: el Alpamayo por la ruta Ferrari. A esas alturas de la expedición, habÃamos destinado 15 dÃas a aclimatarnos y disponÃamos de poco tiempo para realizar realmente escaladas de altura. Pero querÃamos aprovecharlo. TenÃamos programados 6 dÃas para el/los Huascarán y en los 4 restantes una escalada super ligera y rápida al Alpamayo. De lograrlo serÃa increÃble. Tan solo para el Alpamayo las guÃas le destinan un mÃnimo de 6 dÃas, siendo 8 lo normal para escalarlo. Nosotros contábamos con que estarÃamos muy aclimatados para escalar un pico que no llega a 6000 metros y con reducir al máximo el material y el peso (y la seguridad, todo sea dicho de paso?): un saco de dormir para los 2, poca comida, una sola cuerda sin material de protección para escalar al ensamble, la tienda más pequeña, de apenas 1500 gramos, pero que no aguantarÃa una ventisca, nada de ropa cómoda? y afrontando jornadas que superarÃan con creces las 12 horas de marcha. Pero nos veÃamos capaces!, Bueno, en la tienda, dentro de los sacos, nos veÃamos capaces de lograrlo.
Pero para avanzar habÃa que dar el primer paso fuera de la tienda, en el collado a 6000 metros. En ese momento yo habrÃa cambiado mi oficio por el de porteador, tan a gusto en sus sacos, con unas cuantas horas por delante de sueño plácido, dejando que el viento desgarre las lonas en el exterior, sin importarme nada, ni las cimas más altas?
El viento en la cara. La cruda realidad. Llevaba puesto varias capas de ropa, que me aislaban del frÃo y del viento pero la cara estaba desprovista de protección; ni siquiera podÃa ponerme las gafas de ventisca ya que al ser tintadas me impedirÃan ver más allá de la luz de mi frontal. La noche anterior calculamos la temperatura a la que podrÃamos exponernos: si a 6000 metros, a mediodÃa estábamos a 6 grados negativos, de madrugada, en las horas más frÃas y ganando altitud, podrÃamos esperar temperaturas de 20 grados negativos o inferiores. Y el viento. Cualquier poro de la ropa se rellenaba de aire gélido congelando fibras textiles y huesos. Luis y yo nos encordamos, recogimos las mochilas y nos pusimos en marcha. Los suizos habÃan salido una hora antes que nosotros pero era imposible verlos ni a sus luces. Me puse delante y empecé a seguir sus huellas. Tan solo eran muescas de los grampones en la nieve dura y compacta a causa del viento. De noche y con viento era difÃcil seguirlas, todo alrededor nuestro parecÃa mármol blanco. Rodeamos una gran grieta y enseguida perdà las muescas. Intuà que empezarÃan a ganar altura por la pendiente de la izquierda asà que me dirigà allÃ. De repente empecé a hundirme en la nieve que el viento habÃa depositado allÃ.
- Luis, yo paso de subir con nieve blanda, si hay que abrir traza esto va a ser muy jodido.
- Sigue un poco más, a ver que pasa.
Asà estaban las cosas. Unos metros por delante, la pendiente se hacÃa más inclinada y volvÃa la nieve dura y ventada. Seguà subiendo, un poco en diagonal para suavizar la pendiente hasta que di con una rimaya. TenÃa un borde muy alto y estaba bastante abierta, no serÃa fácil escalarla. En la Garganta, subiendo al campo 2, tuvimos que saltar alguna grieta. Incluso tuvimos que entrar en una de ellas y salir escalando por el otro lado. Allà nos encontramos a los suizos y sus porteadores. Nosotros les ayudamos a montar una especie de tirolina para pasar el material y las mochilas y ellos nos ayudaron a escalar la pared de hielo vertical. En la rimaya estábamos solos y no me veÃa capaz de hacerlo de nuevo. Luis se reunió conmigo y optamos por desplazarnos por el borde en busca de un paso más fácil. Hacia la izquierda, unos metros más allá la rimaya estaba cerrada pero habÃa que hacer un movimiento un tanto desagradable. Luis se preparó para asegurarme. Lo superé y me dispuse a montar una reunión con tornillos de hielo para asegurar a Luis. La nieve estaba dura pero muy hueca y el tornillo no ejercÃa ninguna fuerza, podÃa sacarlo con la mano, sin necesidad de desenroscar. ?Pues nada, otra vez que cargamos material inútilmente?. Como en tantas otras escaladas en el Pirineo o en los Alpes, cargábamos con mucho material que luego no podÃamos usar por las malas condiciones de la ruta. Se reunió conmigo y le comenté los hechos. ?Bueno pues seguiremos al ensamble, la nieve esta bastante bien por aquÃ?. Y seguà subiendo. Ahora la inclinación era mayor, fácilmente tendrÃa un 60% de inclinación. Seguà recto para arriba, con tanta inclinación es incómodo e ineficaz hacer zig-zag. Allà estaba yo, ganado altura por una pendiente de nieve dura con la luz de mi frontal como guÃa y el frontal de Luis unos metros más abajo como único signo de civilización, en medio de un vendaval. Paré un segundo e intenté cerrar del todo la cremallera de la chaqueta. El viento se me colaba por el cuello provocándome escalofrÃos. Resultó inútil. La cremallera se habÃa congelado. Mi reloj dispone de termómetro pero escondido debajo de 5 prendas de abrigo no darÃa una lectura muy real. No se si fue ese razonamiento o la negativa a subirme las mangas y exponer la muñeca al frÃo lo que me hizo desistir. Quien sabe. Seguà avanzando. En ocasiones la inclinación se hacia mayor y me obligaba a variar el apoyo de los piolets. Normalmente clavaba la punta del mango a modo de bastón pero cuando la inclinación llega a los 70 % se hace necesario clavar la hoja y tirar un poco con los brazos. Algo me recordó que escalábamos al ensamble, sin colocar ninguna protección entre Luis y yo. Si Luis caÃa yo notaria un tirón de la cuerda y con muchas probabilidades podrÃa detenerle pero si el caso resultaba al revés, yo caerÃa sin remedio y de la fuerza arrancarÃa a Luis de la pendiente sin que pudiera hacer nada por detenerme. La consequencia serÃa fatal para los dos. En esos pensamientos me alcanzó Luis, sin darme cuenta me habÃa detenido. Solo comentamos que hacÃa un frÃo de mil demonios (ojalá hubiera mil demonios!) y que no se podÃa ni parar. Luis me relevó y se puso en cabeza, continuando con la escalada. Dejé que se tensara la cuerda y le seguÃ. Siempre arriba, recto. La pendiente volvÃa a hacerse mayor. Quizás era del 75%. Durante un buen rato se mantuvo esa inclinación. Yo iba tranquilo, la cuerda hacia arriba siempre tranquiliza pero me imaginaba a Luis; estaba demostrando unos nervios de acero. La pendiente volvÃa a suavizarse pero me di cuenta de que Luis lo estaba pasando mal. Quizás era la forma en que se movÃa la cuerda. A Luis no lo veÃa pero la cuerda me transmitÃa sus movimentos. Supongo que hace tanto tiempo que escalo con él que ya conozco incluso su forma de moverse. (deberÃa añadir a Luis en mi lista de nunca olvidar en la mochila). Se paró a descansar y aproveché para alcanzarlo y ponerme de nuevo en cabeza. El frÃo fue el protagonista del intercambio de palabras. Pero no oà sus palabras, escuchaba su cara. Realmente el frÃo y el viento le estaban pasando factura, más que la altura o el cansancio. Un poco más arriba se intuÃa que la montaña hacia como un rellano. Le propuse seguir hasta allà y buscar un sitio donde descansar. Seguimos por una pendiente cada vez más suave, hasta hacerse casi horizontal. Era un zona muy expuesta al viento pero también debÃamos descansar.
- Aquà no hay nada para protegernos.
- SÃ, pero no falta mucho para que salga el sol. Descansemos aquà como podamos y cuando salga el sol seguro que nos recuperamos.
- Joder, yo estoy congelado.
- Ponte la ropa que lleves en la mochila. Venga campeón, nos quedamos aquÃ.
Nos desencordamos y nos sentamos allà mismo. Yo saqué la chaqueta de plumas de la mochila y me la puse debajo de la chaqueta exterior. Luis no estaba tan bien equipado, su cara lo demostraba asà que hice que se sentara entre mis piernas y yo le hacia de escudo contar el viento. Además saqué del botiquÃn la manta de aluminio que sirve para casos de emergencia y la puse por encima de los dos. La teorÃa dice que evita la pérdida de calor corporal? Intentamos beber algo pero el lÃquido se habÃa congelado en las cantimploras. Nada, que le vamos a hacer? 5 minutos después rompÃamos el castañar de los dientes:
- Si el sol tarda mucho más, ya no tendrá nada que calentar?! (al menos Luis no perdÃa el humor)
- Tenemos que movernos, esto no funciona.
- Que hacemos?
- La cosa es fácil. Nos movemos para arriba o para abajo?
- Para abajo ni hablar. Para arriba!
Recogimos la paradeta, nos encordamos y volvimos a progresar hacia la cima. La pendiente volvÃa a hacerse pronunciada y mantenida. El terreno era? no era una arista pero tampoco una vertiente. Quizás lo mejor para definirlo serÃa como una loma inclinada. Pero seguÃamos subiendo. Ahora Luis y yo nos relevábamos para ir en cabeza aunque intentaba estar más rato yo que él. Empezó a clarear pero disfrutamos poco de las vistas, a medida que amanecÃa también se iba formando una niebla alrededor de la montaña asà que seguÃamos prácticamente sin visibilidad. Llega un momento en que la mente se desentiende del cuerpo, algo asà como si una parte del cerebro mandara al resto a freÃr espárragos y se aÃsla de la realidad, de manera que el cuerpo solo hace lo que sabe: moverse. Hacia rato que Luis y yo habÃamos llegado a ese punto. No veÃa la cima, no habÃa ninguna fuerza que me empujara a ella, que me dijera que ya faltaba poco, tampoco era capaz de mirar el paisaje y disfrutar de la grandeza, no era capaz de utilizar la cabeza y la verdad es que tengo pocos recuerdos de las sensaciones de esos últimos metros. Ni tan solo recuerdo el frÃo ni el viento, ni la cara de Luis, quizás si recuerdo sus pasos tras los mÃos, como si fueran lo único que me empujara. Ya habÃa claridad pero mi mente no fue capaz ni de ordenarme que apagara la luz del frontal. Es difÃcil describir algo que no sentÃ. El caso es que el terreno se hizo horizontal, y más estrecho. Caminé unos pasos y me dejé caer en una nieve blanda. Recogà la cuerda a Luis y me rendÃ.
- Se acabó tÃo, esto ya está.
- Vaya con la cima? creo que deberÃamos seguir un poco más por si hay un repecho.
- Que le jodan, para mi ya estamos en la cima.
Un breve claro de nubes nos permitió comprobarlo. Se veÃa que la arista seguÃa más adelante pero no ganaba más altura. A nuestra espalda pudimos ver la ruta normal al Huascarán Sur. SalÃa desde el mismo collado y se desviaba hacia la derecha, atravesando una zona enorme de seracs y grietas. Ciertamente este año no se podÃa subir por allÃ.
- Bueno, pues habrá que hacer la foto de cima. Quien saca la cámara?
- La mÃa estará congelada, no creo que funcione. Saca la tuya
- (estas cámaras digitales?) A ver si hay suerte?
Funcionaba. Nos abrazamos y sin enfocar apreté el botón. Nada más como prueba de nuestra conquista. Ningún paisaje, ningún objeto, nada. Solo nuestro esfuerzo y nuestra vivencia.
En otro claro de nubes buscamos un camino de descenso y para nuestra sorpresa se veÃan banderines rojos por la ladera, dos o tres podÃamos ver pero sin duda esos banderines marcaban la ruta normal de ascenso y descenso del Huascarán Norte.
Empezamos el descenso con el mismo estado de ánimo, se movÃa el cuerpo solo, hacia unos puntos rojos. Bajamos rápido, enseguida nos encontramos en el rellano. Se habrÃan más claros en las nubes. SeguÃamos las banderas por la ladera, perdiendo altura en diagonal, nada que ver con las pendientes que habÃamos superado en la subida. Solo al final o al inicio. Estábamos en la zona de la rimaya. Una estaca metálica abandonada proponÃa hacer un rapel. Se lo querÃa comunicar a Luis pero ya estaba por la mitad, bajando de cara a la nieve y destrepando. Yo hice lo mismo. No me gusta esa manera de descenso pero no podÃa hacer nada? Luis pasó la rimaya por el mismo sitio y se lanzó a las tiendas, ahora visibles, del campo 2. Llegamos a las 8 de la mañana con la bienvenida de los porteadores. Al parecer sus ?clientes? suizos aún no habÃan regresado. Cuando les habÃamos adelantado? Salieron una hora antes que nosotros, aunque nosotros enseguida perdimos la traza. Asà y todo en ningún momento vimos sus luces ni nada. Y durante el descenso tampoco. Seguimos las banderas y no les vimos por ninguna parte. Claro que? yo tampoco me fijaba en eso. Me despojé del equipo y me metà en la tienda. De nuevo estirado, sin viento, con mis cosas alrededor, todo me parecÃa un sueño del que empezaba a despertar. Empecé a ser consciente de lo habÃamos hecho: coronar el Huascarán Norte de 6655 metros. Encontré una galletas, las sobras del temprano desayuno y las devoré. Luis andaba por fuera de la tienda. En la cantimplora pude escurrir unas gotas lÃquidas que me ayudaron a tragar. Salà y entonces empezamos a celebrarlo. Nos hicimos las fotos de rigor, cada uno con sus banderas y sus dedicatorias. Con mi cámara, con la suya, posando para los porteadores. Ahà celebramos la cima, por mi parte, cuando fui conciente de lo que celebraba. Un rato más tarde vimos aparecer a los suizos. HabÃamos tardado 2 horas menos en hacer el mismo recorrido, por una ruta quizás más directa pero también más exigente. Alimento para el ego. Estábamos en plena forma y podÃamos comernos el mundo. No habÃamos tenido ningún problema derivado de la altura, ni durante la ascensión ni durante la noche a 6000 metros. TenÃamos una aclimatación perfecta para seguir con el proyecto. Y el ego subiendo.
Cansados pero contentos. Asà empezamos a recoger el campo 2, a presionar las cosas dentro de las mochilas, con algo de prisa. Para llegar al campo 1 tendrÃamos que atravesar La Garganta de nuevo y no era conveniente hacerlo con el máximo calor ya que podrÃa haber desprendimientos y hacerse impracticable. Las mochilas hicieron pesado el descenso. El calor, paradoja, empezaba a molestar. Llegamos a la grieta. Solo se podÃa atravesar descendiendo en rapel. Clavé una estaca y abajo. Allà se quedó. El resto de grietas podÃan saltarse con un poco de decisión y adrenalina. El laberinto de seracs nos descubrió buenos rincones donde hacer fotos y ?relajarnos?. Salimos de allÃ. El glaciar y el campo 1 a la vista. Se veÃa nuestra pequeña tienda allà en medio, sola. Al subir, dejamos la tienda pequeña con comida y material para afrontar la escalada del Escudo desde allÃ. Evidentemente dejando allà ese depósito nos ahorrábamos tener que cargar con más peso del necesario hasta el campo 2. Nuestra sorpresa al llegar. La tienda estaba completamente chafada por la acción del viento y lo más curioso: estaba clavada en otro sitio. Luego nos enteramos que mientras nosotros subÃamos, los guardas del refugio habÃan subido hasta allà y se habÃan encontrado la tienda arrancada de su sitio y con riesgo de perderse y ellos la habÃan fijado a su nuevo emplazamiento. En su momento se lo agradecimos, evidentemente. Sin deshacer las mochilas, empecé a preparar algo para comer, fundir nieve y toda la pesca. Tocaban espagueti con tomate, un pequeño lujo que el porteador nos ayudó a subir hasta allÃ. Luis estaba a mi lado y se quitaba las botas, hacia rato que no se sentÃa los pies y querÃa echarles un vistazo.
- Mierda. Mira esto. Creo que tengo el dedo congelado. Ya decÃa yo que hacÃa rato que no me lo sentÃa?
Efectivamente, su dedo gordo estaba de color negro, signo inequÃvoco de congelación, y además, grave. Él mismo empezó a hacerse una friegas mientras se terminaba de cocer la pasta. Luego hice algo de lo que la gente ?civilizada? me ha catalogado de asqueroso pero estoy convencido que cualquiera hubiera hecho los mismo. En lugar de tirar el agua de la pasta y volver a fundir nieve y calentar agua para descongelar el dedo de Luis, la aproveché. La eché en un plato y Luis metió el pie dentro. Más tarde llegaron los suizos. No se detuvieron, seguÃan bajando pero los porteadores confirmaron lo que ya sabÃamos: estaba congelado. Le aconsejaron friegas y agua caliente y le tranquilizaron diciéndole que se recuperarÃa sin sufrir secuelas. No lo dijimos, pero los dos sabÃamos que se acabó el proyecto. HabÃa que bajar cuanto antes y nada de nieve o frió o el dedo empeorarÃa. Después de comer recogimos también el campo 1, y con las mochilas cargadas bajamos hasta el refugio. No nos veÃamos capaces de seguir hasta el campo base y tampoco tenÃa sentido. Nadie nos esperaba allà y no tenÃamos mulas para bajar. Y nos merecÃamos un descanso? Nos instalamos próximos al refugio situado a 5400 metros y entramos. Allà conocimos a una persona encantadora y disfrutamos de una buena conversación con el maestro y guarda voluntario del refugio. Entre muchas otras cosas nos contó que ese año habÃa sido muy malo, muy pocas expediciones habÃan ido allÃ, no todas habÃan logrado la cumbre y todas eran expediciones comerciales, con guÃa y porteadores. Tampoco recordaba ningún español esa temporada que ya empezaba a terminarse. Asà que su enhorabuena venÃa de alguien entendido. Por nuestra juventud, por nuestro éxito, por nuestra voluntad de superación personal, por nuestras inquietudes y motivaciones, por nuestro interés de conocer. Él nos felicitó. Y eso nos sirve para seguir igual, para no cambiar y seguir haciendo lo que nos gusta, como nos gusta, con un estilo de vida particular. Y saber que hacemos bien, que muchos nos admiran y nos apoyan. Quien será el próximo?
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