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 Illeta Illeta
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Alpinismo | Alpes - chamonix
Ruta de los 4000 al Mont Blanc
Tipo de Entrada: RESEÑA

Una bonita actividad que permite ascender tres picos el macizo: el Mont Blanc de Tacul, el Mont Maudit y culminar en el Mont Blanc. Es una jornada larga con inicio y final en el plató glacial de l'Aguille du Midi. Las condiciones de ascenso al Mont Blanc de Tacul son muy variables, desde rampas mas o menos faciles con abundante nieve o con grietas y rimayas dificiles cuando esta es escasa. en octubre encontramos estas condiciones. Siento no poder incluir fotos.

  Tomar en Chamonix el teleférico a l’Agulle du Midi por 37€ ida y vuelta (salidas cada 30 min, primer de subida a las 8:30, ultimo de bajada a las 16h). Desde la estación superior hay que descender al plató glacial por una arista muy fina y expuesta en la que se hace necesario equiparse para marcha por glacial (piolet, crampones y encordados).

Una vez en el plató podemos optar por pernoctar en el refugio de Cosmiques (refugio privado) o acampar.

Al dia siguiente se inicia la marcha a las 2 a.m. el primer objetivo el el Mont Blanc de Tacul. Dependiendo de la temporada podemos encontrar diferentes condiciones en la subida. Nosotros encontramos fuertes rampas, tuvimos que cruzar varias grietas escalando y realizar algún flanqueo vertiginoso. La pendiente se suaviza al llegar al hombre. Desde aquí, si queremos ascender a la cima hay que subir los 150 metros que nos faltan por la parte de atrás. Si no, seguimos en bajada hacia el segundo objetivo; el Mont Maudit.

 

Ascender al Mont Maudit es mas sencillo que el anterior, aunque las pendientes también pueden ser fuertes. Antes de llegar a la arista encontramos el punto más complicado: una rimaya y 60 metros de nieve a 60º. A mitad de este resalte encontramos unas rocas que afloran y un corto tramo de cuerda fija. Salimos a la arista. Para hacer cima en el Mont Maudit hay que ascender por la parte de atrás. Seguimos en desdenso hacia el Col de Bravia, ya con el Mont Blanc a la vista (5h desde el inicio).

 

El ascenso al Mont Blanc es la parte más sencilla de la travesía. Se suceden las rampas más o menos fuertes pero sin más complicaciones hollamos la cima del Mont Blanc de 4.808m (8:30h desde el inicio)

 

El descenso se realiza por la misma ruta. Al descender del Mont Maudit hay que tener cuidado en los primeros metros (60º). Si no se quiere abandonar material el último deberá destrepar. Utilizando la cuerda fija se puede montar un rapel (30 metros) para superar la grieta. El resto del descenso se hace más cómodo, aunque siempre con precaución. La bajada más delicada la encontramos en el Mont Blanc de Tacul, donde la presencia de grietas nos obligará a saltar en varias ocasiones.

 

Después de 14h llegamos a las tiendas de nuevo. 

 


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Excursionismo | Andes - Condoriri
Nueva ruta Ala Derecha - cara este
Tipo de Entrada: RESEÑA

El Ala Derecha, hasta ahora se accedia por diversos corredores siempre en su cara Oeste, pero de dificultad considerable. En veranos de 2007 hemos abierto una nueva ruta por su cara este, a través de ámplios corredores y palas de nieve de dificultad asequible. Así pues os animamos a subir a esta cumbre de 5.482m y contemplar los horizontes desde otro punto de vista. (intentaré colgar croquis y fotos, proximamente)

 Del Campo Base (4.600m) tomar el camino muy marcado en direcció noreste (ruta normal del pequeño alpamayo) hasta la primera laguna. Salir del camino para bordear ésta por la orilla izquierda. Remontar una zona de morrenas por el punto más bajo, siempre en dirección al pico Huallomen (hitos). En 1’5 horas llegamos a una laguna superior, más pequeña. Seguimos el torrente por la izquierda hasta el inicio del glaciar. La nueva ruta empieza por el corredor muy ancho al collado entre el pico Ala Derecha y Huallomen (aproximación 2’5 h desde CB).

 

Los primeros metros la pendiente es progresiva (45-50º) y se puede hacer al ensamble. Recomendamos subir por el lado izquierdo para estar protegidos de posibles desprendimientos. En el punto de máxima inclinación (60º) justo por debajo de la barrera de hielo, flanquear a la izquierda por una terraza de nieve (posibilidad de montar reunión en la roca). Remontar el resalte (55º), por la izquierda de las diferentes franjas rocosas (se puede poner algun pitón). A continuación encontramos una pala de nieve de  150 metros y 50º muy expuesta a la formación de aludes. Cruzarla en diagonal a la izquierda para buscar en la parte superior las rocas donde montar reunión. Desde aquí tenemos otro resalte (55-60º, 45 metros), que nos lleva a un plató superior desde donde es visible la cima. Acceder al collado, a la izquierda de la cima por el corredor evidente (máximo 45º) y seguir la arista cimera hasta la cima (5.482m.  5 horas desde el inicio de vía)

Para el descenso hay que volver al collado y bajar por la otra vertiente. Hay que buscar el camino más seguro entre las grietas que nos lleve a la ruta normal del Cabeza de Condor (ruta muy marcada). Seguir la ruta hasta el campo base.

 

Dificultad: D-, 50-55º

Desnivel: 300 m hasta pie de vía; 580m de ruta

Horario: 2’5h aproximación; 5h de ruta, 3h de descenso.

Material: 6 estacas, 4 pitones, 4 tornillos de hielo, cuerda, piolets, crampones   

Primera ascensión: 06-08-07 Pau Centellas i Jose Martinez


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Sunday 12 de March de 2006, 00:00:00
ascension al pico Huascaran Norte
Tipo de Entrada: RELATO

En el verano de 2004, Luis trabalon y el presente, cruzamos el charco para ascender, o intentarlo, las montañas más emblemáticas de la Cordillera Blanca del Perú. Fue un viaje lleno de anecdotas, como todos, con golpes de suerte y alguna que otra penuria. A pesar de todo, la meta que logramos justificó con creces todo nuestro esfuerzo. Ahi va el relato de la última etapa de ascensión al Nevado Huascaran Norte.

la cima del huascaran
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la cima del huascaran

            6000 metros. Campamento 2 de la ruta al Huascarán. Es difícil dormir a esa altitud sin una buena aclimatación, pero nosotros la llevábamos. 20 días antes habíamos aterrizado en el aeropuerto de Lima (Perú), habíamos recuperado  nuestros equipaje tras perderlo, habíamos viajado en autobús a Huaraz, sufrimos la altura en las ruinas de (???), recorrimos la Quebrada Rajucolta hasta los pies del Nevado Huantsán, habíamos coronado el Nevado Ishinca primero y el Nevado Urus al dia siguiente, ambos de 5500 metros, el Nevado Copa nos enseñó a ser humildes con las montañas, incluso nos habíamos atiborrado de comida en el restaurante La Brasa Roja de Huaraz y en ese momento iniciábamos el cuarto día de ascenso a la montaña más alta de Perú, el Huascarán Norte de 6655 y como dice orgulloso Luis Trabalón, ?el 6000 más alto y más difícil de toda América?. Luis se estaba calzando las botas, yo esperaba mi turno metido en el saco porque el viento que soplaba deformaba y reducía el espacio de la tienda. A unos metros de nosotros había dos tiendas más: una ocupada por un guía suizo y su cliente y en la otra sus dos porteadores. Pobres. Después de hacer el trabajo pesado de la expedición se les prohibía escalar hasta la cumbre lugar reservado a los guías y evidentemente a los clientes occidentales. Nosotros fuimos justos con nuestro porteador: ya que no podíamos obsequiarle con la cima, tampoco lo castigamos con las dificultades. Nos acompañó hasta el campamento uno situado a 5600 metros, en el glaciar, justo antes de llegar a la zona conocida como La Garganta  y sin duda la más difícil de la ascensión, un laberinto de seracs y grietas. Tan justos y benévolos fuimos que incluso le dimos una mochila más ligera que las nuestras  A esas horas, la morriña camuflaba los ánimos: eran las 3 de la madrugada, pero sin duda teníamos muchos ánimos. En nuestras cabezas habíamos fraguado un proyecto excepcional,  muchas horas recluidos en la tienda tenían la culpa. Pero también porque nos encontrábamos físicamente muy fuertes y muy capaces de conseguirlo. Incluso habíamos preparado una logística pesada para lograrlo. En la casa de guías de Huaraz nos habían informado de que esta temporada el Huascarán Sur, realmente el más alto de Perú con 6768 metros, no se podía escalar por su ruta normal. Tan solo quedaba practicable su ascensión por el Escudo, un triángulo de 600 metros de desnivel y una inclinación del 60 al 75% en cuyo vértice superior empezaba una arista que conducía hasta la cima. Nadie podía decirnos que condiciones tendría así que nos mentalizamos en coronar el Norte. Igualmente, decidimos cargar comida para un día más y con el material que necesitaríamos para subir por esa ruta. Teníamos la intención de escalar el Huascarán Norte por su ruta normal y desde allí reconocer el estado del Escudo. Si todo estaba correcto, descenderíamos al campo 1 y al día siguiente emprenderíamos la escalada del Huascarán Sur por el Escudo. El doblete. Solo nos costaría un día más y estábamos física y técnicamente preparados para lograrlo. Nuestro proyecto era más ambicioso aún. No contentos con la cima más alta, también era objetivo de la expedición coronar la cima andina más clásica quizás: el Alpamayo por la ruta Ferrari. A esas alturas de la expedición, habíamos destinado 15 días a aclimatarnos y disponíamos de poco tiempo para realizar realmente escaladas de altura. Pero queríamos aprovecharlo. Teníamos programados 6 días para el/los Huascarán y en los 4 restantes una escalada super ligera y rápida al Alpamayo. De lograrlo sería increíble. Tan solo para el Alpamayo las guías le destinan un mínimo de 6 días, siendo 8 lo normal para escalarlo. Nosotros contábamos con que estaríamos muy aclimatados para escalar un pico que no llega a 6000 metros y con reducir al máximo el material y el peso (y la seguridad, todo sea dicho de paso?): un saco de dormir para los 2, poca comida, una sola cuerda sin material de protección para escalar al ensamble, la tienda más pequeña, de apenas 1500 gramos, pero que no aguantaría una ventisca, nada de ropa cómoda? y afrontando jornadas que superarían con creces las 12 horas de marcha. Pero nos veíamos capaces!, Bueno, en la tienda, dentro de los sacos, nos veíamos capaces de lograrlo.

Pero para avanzar había que dar el  primer paso fuera de la tienda, en el collado a 6000 metros. En ese momento yo habría cambiado mi oficio por el de porteador, tan a gusto en sus sacos, con unas cuantas horas por delante de sueño plácido, dejando que el viento desgarre las lonas en el exterior, sin importarme nada, ni las cimas más altas?

El viento en la cara. La cruda realidad. Llevaba puesto varias capas de ropa, que me aislaban del frío y del viento pero la cara estaba desprovista de protección; ni siquiera podía ponerme las gafas de ventisca ya que al ser tintadas me impedirían ver más allá de la luz de mi frontal. La noche anterior calculamos la temperatura a la que podríamos exponernos: si a 6000 metros, a mediodía estábamos a 6 grados negativos, de madrugada, en las horas más frías y ganando altitud, podríamos esperar temperaturas de 20 grados negativos o inferiores. Y el viento. Cualquier poro de la ropa se rellenaba de aire gélido congelando fibras textiles y huesos. Luis y yo nos encordamos, recogimos las mochilas y nos pusimos en marcha. Los suizos habían salido una hora antes que nosotros pero era imposible verlos ni a sus luces. Me puse delante y empecé a seguir sus huellas. Tan solo eran muescas de los grampones en la nieve dura y compacta a causa del viento. De noche y con viento era difícil seguirlas, todo alrededor nuestro parecía mármol blanco. Rodeamos una gran grieta y enseguida perdí las muescas. Intuí que empezarían a ganar altura por la pendiente de la izquierda así que me dirigí allí. De repente empecé a hundirme en la nieve que el viento había depositado allí.

-         Luis, yo paso de subir con nieve blanda, si hay que abrir traza esto va a ser muy jodido.

-         Sigue un poco más, a ver que pasa.

 

Así estaban las cosas. Unos metros por delante, la pendiente se hacía más inclinada y volvía la nieve dura y ventada. Seguí subiendo, un poco en diagonal para suavizar la pendiente hasta que di con una rimaya. Tenía un borde muy alto y estaba bastante abierta, no sería fácil escalarla. En la Garganta, subiendo al campo 2, tuvimos que saltar alguna grieta. Incluso tuvimos que entrar en una de ellas y salir escalando por el otro lado. Allí nos encontramos a los suizos y sus porteadores. Nosotros les ayudamos a montar una especie de tirolina para pasar el material y las mochilas y ellos nos ayudaron a escalar la pared de hielo vertical. En la rimaya estábamos solos y  no me veía capaz de hacerlo de nuevo. Luis se reunió conmigo y optamos por desplazarnos por el borde en busca de un paso más fácil. Hacia la izquierda, unos metros más allá la rimaya estaba cerrada pero había que hacer un movimiento un tanto desagradable. Luis se preparó para asegurarme. Lo superé y me dispuse a montar una reunión con tornillos de hielo para asegurar a Luis. La nieve estaba dura pero muy hueca y el tornillo no ejercía ninguna fuerza, podía sacarlo con la mano, sin necesidad de desenroscar. ?Pues nada, otra vez que cargamos material inútilmente?. Como en tantas otras escaladas en el Pirineo o en los Alpes, cargábamos con mucho material que luego  no podíamos usar por las malas condiciones de la ruta. Se reunió conmigo y le comenté los hechos. ?Bueno pues seguiremos al ensamble, la nieve esta bastante bien por aquí?. Y seguí subiendo. Ahora la inclinación era mayor, fácilmente tendría un 60% de inclinación. Seguí recto para arriba, con tanta inclinación es incómodo e ineficaz hacer zig-zag. Allí estaba yo, ganado altura por una pendiente de nieve dura con la luz de mi frontal como guía y el frontal de Luis unos metros más abajo como único signo de civilización, en medio de un vendaval.  Paré un segundo e intenté cerrar del todo la cremallera de la chaqueta. El viento se me colaba por el cuello provocándome escalofríos. Resultó inútil. La cremallera se había congelado. Mi reloj dispone de termómetro pero escondido debajo de 5 prendas de abrigo no daría una lectura muy real. No se si fue ese razonamiento o la  negativa a subirme las mangas y exponer la muñeca al frío lo que me hizo desistir. Quien sabe. Seguí avanzando. En ocasiones la inclinación se hacia mayor y me obligaba a variar el apoyo de los piolets. Normalmente clavaba la punta del mango a modo de bastón pero cuando la inclinación llega a los 70 % se hace necesario clavar la hoja y tirar un poco con los brazos. Algo me recordó que escalábamos al ensamble, sin colocar ninguna protección entre Luis y yo. Si Luis caía yo notaria un tirón de la cuerda y con muchas probabilidades podría detenerle pero si el caso resultaba al revés, yo caería sin remedio y de la fuerza arrancaría a Luis de la pendiente sin que pudiera hacer nada por detenerme. La consequencia sería fatal para los dos. En esos pensamientos me alcanzó Luis, sin darme cuenta me había detenido. Solo comentamos que hacía un frío de mil demonios (ojalá hubiera mil demonios!) y que no se podía ni parar. Luis me relevó y se puso en cabeza, continuando con la escalada. Dejé que se tensara la cuerda y le seguí. Siempre arriba, recto. La pendiente volvía a hacerse mayor. Quizás era del 75%. Durante un buen rato se mantuvo esa inclinación. Yo iba tranquilo, la cuerda hacia arriba siempre tranquiliza pero me imaginaba a Luis; estaba demostrando unos nervios de acero. La pendiente volvía a suavizarse pero me di cuenta de que Luis lo estaba pasando mal. Quizás era la forma en que se movía la cuerda.  A Luis no lo veía pero la cuerda me transmitía sus movimentos. Supongo que hace tanto tiempo que escalo con él que ya conozco incluso su forma de moverse. (debería añadir a Luis en mi lista de nunca olvidar en la mochila). Se paró a descansar y aproveché para alcanzarlo y ponerme de nuevo en cabeza. El frío fue el protagonista del intercambio de palabras. Pero no oí sus palabras, escuchaba su cara. Realmente el frío y el viento le estaban pasando factura, más que la altura o el cansancio. Un poco más arriba se intuía que la montaña hacia como un rellano. Le propuse seguir hasta allí y buscar un sitio donde descansar. Seguimos por una pendiente cada vez más suave, hasta hacerse casi horizontal. Era un zona muy expuesta al viento pero también debíamos descansar.

-         Aquí no hay nada para protegernos.

-         Sí, pero no falta mucho para que salga el sol. Descansemos aquí como podamos y cuando salga el sol seguro que nos recuperamos.

-         Joder, yo estoy congelado.

-         Ponte la ropa que lleves en la mochila. Venga campeón, nos quedamos aquí.

 

Nos desencordamos y nos sentamos allí mismo. Yo saqué la chaqueta de plumas de la mochila y me la puse debajo de la chaqueta exterior. Luis no estaba tan bien equipado, su cara lo demostraba así que hice que se sentara entre mis piernas y yo le hacia de escudo contar el viento. Además saqué del botiquín la manta de aluminio que sirve para casos  de emergencia y la puse por encima de los dos. La teoría dice que evita la pérdida de calor corporal? Intentamos beber algo pero el líquido se había congelado en las cantimploras. Nada, que le vamos a hacer? 5 minutos después rompíamos el castañar de los dientes:

-         Si el sol tarda mucho más, ya no tendrá nada que calentar?! (al menos Luis no perdía el humor)

-          Tenemos que movernos, esto no funciona.

-         Que hacemos?

-         La cosa es fácil. Nos movemos para arriba o para abajo?

-         Para abajo ni hablar. Para arriba!

 

Recogimos la paradeta, nos encordamos y volvimos a progresar hacia la cima. La pendiente volvía a hacerse pronunciada y mantenida. El terreno era? no era una arista pero tampoco una vertiente. Quizás lo mejor para definirlo sería como una loma inclinada. Pero seguíamos subiendo. Ahora Luis y yo nos relevábamos para ir en cabeza aunque intentaba estar más rato yo que él. Empezó a clarear pero disfrutamos poco de las vistas, a medida que amanecía también se iba formando una niebla alrededor de la montaña así que seguíamos prácticamente sin visibilidad. Llega un momento en que la mente se desentiende del cuerpo, algo así como si una parte del cerebro mandara al  resto a freír espárragos y se aísla de la realidad, de manera que el cuerpo solo hace lo que sabe: moverse. Hacia rato que Luis y yo habíamos llegado a ese punto. No veía la cima, no había ninguna fuerza que me empujara a ella, que me dijera que ya faltaba poco, tampoco era capaz de mirar el paisaje y disfrutar de la grandeza, no era capaz de utilizar la cabeza y la verdad es que tengo pocos recuerdos de las sensaciones de esos últimos metros. Ni tan solo recuerdo el frío ni el viento, ni la cara de Luis, quizás si recuerdo sus pasos tras los míos, como si fueran lo único que me empujara. Ya había claridad pero mi mente no fue capaz ni de ordenarme que apagara la luz del frontal. Es difícil describir algo que no sentí. El caso es que el terreno se hizo horizontal, y más estrecho. Caminé unos pasos y me dejé caer en una nieve blanda. Recogí la cuerda a Luis y me rendí.

-         Se acabó tío, esto ya está.

-         Vaya con la cima? creo que deberíamos seguir un poco más por si hay un repecho.

-         Que le jodan, para mi ya estamos en la cima.

 

Un breve claro de nubes nos permitió comprobarlo. Se veía que la arista seguía más adelante pero no ganaba más altura. A nuestra espalda pudimos ver la ruta normal al Huascarán Sur. Salía desde el mismo collado y se desviaba hacia la derecha, atravesando una zona enorme de seracs y grietas. Ciertamente este año no se podía subir por allí.

-         Bueno, pues habrá que hacer la foto de cima. Quien saca la cámara?

-         La mía estará congelada, no creo que funcione. Saca la tuya

-         (estas cámaras digitales?) A ver si hay suerte?

 

Funcionaba. Nos abrazamos y sin enfocar apreté el botón. Nada más como prueba de nuestra conquista. Ningún paisaje, ningún objeto, nada. Solo nuestro esfuerzo y nuestra vivencia.

En otro claro de nubes buscamos un camino de descenso y para nuestra sorpresa se veían banderines rojos por la ladera, dos o tres podíamos ver pero sin duda esos banderines marcaban la ruta normal de ascenso y descenso del Huascarán Norte. 

Empezamos el descenso con el mismo estado de ánimo, se movía el cuerpo solo, hacia unos puntos rojos. Bajamos rápido, enseguida nos encontramos en el rellano. Se habrían más claros en las nubes. Seguíamos las banderas por la ladera, perdiendo altura en diagonal, nada que ver con las pendientes que habíamos superado en la subida. Solo al final o al inicio. Estábamos en la zona de la rimaya. Una estaca metálica abandonada proponía hacer un rapel. Se lo quería comunicar a Luis pero ya estaba por la mitad, bajando de cara a la nieve y destrepando. Yo hice lo mismo. No me gusta esa manera de descenso pero no podía hacer nada? Luis pasó la rimaya por el mismo sitio y se lanzó a las tiendas, ahora visibles, del campo 2. Llegamos a las 8 de la mañana con la bienvenida de los porteadores. Al parecer sus ?clientes? suizos aún no habían regresado. Cuando les habíamos adelantado? Salieron una hora antes que nosotros, aunque nosotros enseguida perdimos la traza. Así y todo en ningún momento vimos sus luces ni nada. Y durante el descenso tampoco. Seguimos las banderas y no les vimos por ninguna parte. Claro que? yo tampoco me fijaba en eso. Me despojé del equipo y me metí en la tienda. De nuevo estirado, sin viento, con mis cosas alrededor, todo me parecía  un sueño del que empezaba a despertar. Empecé a ser consciente de lo habíamos hecho: coronar el Huascarán Norte de 6655 metros. Encontré una galletas, las sobras del temprano desayuno y las devoré. Luis andaba por fuera de la tienda. En la cantimplora pude escurrir unas gotas líquidas que me ayudaron a tragar. Salí y entonces empezamos a celebrarlo. Nos hicimos las fotos de rigor, cada uno con sus banderas y sus dedicatorias. Con mi cámara, con la suya, posando para los porteadores. Ahí celebramos la cima, por mi parte, cuando fui conciente de lo que celebraba. Un rato más tarde vimos aparecer a los suizos. Habíamos tardado 2 horas menos en hacer el mismo recorrido, por una ruta quizás más directa pero también más exigente. Alimento para el ego. Estábamos en plena forma y podíamos comernos el mundo. No habíamos tenido ningún problema derivado de la altura, ni durante la ascensión ni durante la noche a 6000 metros. Teníamos una aclimatación perfecta para seguir con el proyecto. Y el ego subiendo.

Cansados pero contentos. Así empezamos a recoger el campo 2, a presionar las cosas dentro de las mochilas, con algo de prisa. Para llegar al campo 1 tendríamos que atravesar La Garganta de nuevo y no era conveniente hacerlo con el máximo calor ya que podría haber desprendimientos y hacerse impracticable. Las mochilas hicieron pesado el descenso. El calor, paradoja, empezaba a molestar. Llegamos a la grieta. Solo se podía atravesar descendiendo en rapel. Clavé una estaca y abajo. Allí se quedó. El resto de grietas podían saltarse con un poco de decisión y adrenalina. El laberinto de seracs nos descubrió buenos rincones donde hacer fotos y ?relajarnos?. Salimos de allí. El glaciar y el campo 1 a la vista. Se veía nuestra pequeña tienda allí en medio, sola. Al subir, dejamos la tienda pequeña con comida y material para afrontar la escalada del Escudo desde allí. Evidentemente dejando allí ese depósito nos ahorrábamos tener que cargar con más peso del necesario hasta el campo 2. Nuestra sorpresa al llegar. La tienda estaba completamente chafada por la acción del viento y lo más curioso: estaba clavada en otro sitio. Luego nos enteramos que mientras nosotros subíamos, los guardas del refugio habían subido hasta allí y se habían encontrado la tienda arrancada de su sitio y con riesgo de perderse y ellos la habían fijado a su nuevo emplazamiento. En su momento se lo agradecimos, evidentemente. Sin deshacer las mochilas, empecé a preparar algo para comer, fundir nieve y toda la pesca. Tocaban espagueti con tomate, un pequeño lujo que el porteador nos ayudó a subir hasta allí. Luis estaba a  mi lado y se quitaba las botas, hacia rato que no se sentía los pies y quería echarles un vistazo.

-         Mierda. Mira esto. Creo que tengo el dedo congelado. Ya decía yo que hacía rato que  no me lo sentía?

 

Efectivamente, su dedo gordo estaba de color negro, signo inequívoco de congelación, y además, grave. Él mismo empezó a hacerse una friegas mientras se terminaba de cocer la pasta. Luego hice algo de lo que la gente ?civilizada? me ha catalogado de asqueroso pero estoy convencido que cualquiera hubiera hecho los mismo. En lugar de tirar el agua de la pasta y volver a fundir nieve y calentar agua para descongelar el dedo de Luis, la aproveché. La eché en un plato y Luis metió el pie dentro. Más tarde llegaron los suizos. No se detuvieron, seguían bajando pero los porteadores confirmaron lo que ya sabíamos: estaba congelado. Le aconsejaron friegas y agua caliente y le tranquilizaron diciéndole que se recuperaría sin sufrir secuelas. No lo dijimos, pero los dos sabíamos que se acabó el proyecto. Había que bajar cuanto antes y nada de nieve o frió o el dedo empeoraría. Después de comer recogimos también el campo 1, y con las mochilas cargadas bajamos hasta el refugio. No nos veíamos capaces de seguir hasta el campo base y tampoco tenía sentido. Nadie nos esperaba allí y no teníamos mulas para bajar. Y nos merecíamos un descanso? Nos instalamos próximos al refugio situado a 5400 metros y entramos. Allí conocimos a una persona encantadora y disfrutamos de una buena conversación con el maestro y guarda voluntario del refugio. Entre muchas otras cosas nos contó que ese año había sido muy malo, muy pocas expediciones habían ido allí, no todas habían logrado la cumbre y todas eran expediciones comerciales, con guía y porteadores. Tampoco recordaba ningún español esa temporada que ya empezaba a terminarse. Así que su enhorabuena venía de alguien entendido. Por nuestra juventud, por nuestro éxito, por nuestra voluntad de superación personal, por nuestras inquietudes y motivaciones,  por nuestro interés de conocer. Él nos felicitó. Y eso nos sirve para seguir igual, para no cambiar y seguir haciendo lo que nos gusta, como nos gusta, con un estilo de vida particular. Y saber que hacemos bien, que muchos nos admiran y nos apoyan. Quien será el próximo?

 

 

 

 


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